Spanish: Mi tía Maggie

Mi tía Maggie

por

Paul McVeigh

 

La casa de mi tía Maggie huele mal. También su aliento. Las galletas en su casa saben rancio y nunca hay de chocolate. Lo que pasa es que ella es pobre. Más pobre incluso que John Mulvenna, ese niño que va conmigo en la escuela y que todos los días come lo mismo en el almuerzo: sandwiches de azúcar y mantequilla.

Mi tía Maggie siempre está llena de golpes y moretones. Porque nunca hace nada bien. O eso dice mi tío Malachy.

Pero mi tío Malachy no sabe nada.

¡Mi tía Maggie es lo máximo! Me canta canciones y también baila conmigo. Me toma de las manos y bailamos en un círculo y gritamos “¡Yu jú!” y nos reímos y reímos hasta que nos duele la panza y nos dejamos caer en el sillón.

La tía Maggie es callada y siempre está ocupada. Está ocupada cambiando los adornos de lugar y ajustando los marcos de los cuadros y pasando un trapito debajo de los vasos cuando debajo de los vasos hay nada qué limpiar. Nunca se sienta a descansar. No para de estar chingando a todo el mundo. O eso dice el tío Malachy.

Pero cuando está sola conmigo no se porta así.

Basta que le eches un vistazo a la tía Maggie para que darte cuenta que ella sólo quiere ser feliz. Y que todos estemos felices, juntos.

Yo sé. Yo sé. Yo sé que esto es verdad. Estoy seguro. No porque ella me lo haya dicho. Si no porque lo veo cada vez que la miro pasar su trapito debajo de los vasos. Y lo sé, y hasta me dan escalofríos en el brazo, porque también es lo que quiero. Pero sólo nosotros lo queremos. Nadie más. Así que lo oculto. Y también ella.

Menos cuando está sola conmigo.

Te voy a contar un secreto, algo que nunca le conté a nadie. Cuando estamos solos, mi tía Maggie me toma entre sus brazos. Y me abraza duro, contra su cuerpo. Y no me suelta. Y me quiero quedar ahí hasta que me muera. Hasta que moramos. Juntos.

Y hoy, sí, hoy, me dice, dice, “Stephen, hijo,” me dice, “Stephen hijo – Yo – te – amo.”

Y no lo estoy inventando. No lo vi en la tele ni nada así. Mi tía Maggie me quiere a MÍ. A mí. A mí. Me quiere. Me quiere. Me quiere. Y lo sé. Lo sé. Lo sé. Porque cuando dijo esas palabras me dolió el corazón y me ardieron los ojos. Y me sentí tan mal que mi estómago trató de escapar de adentro de mí y de ir con ella y quedarse por siempre con ella porque no puedo.

Ojalá que la tía Maggie fuera mi mami. Ojalá yo hubiera crecido en su barriga. Ojalá tuviera recuerdos de ella cargándome todo el día. Me gustaría que dejara al tío Malachy y me llevara con ella. Podríamos huir juntos. Y cuando sea grande me puedo casar con ella y no va a importar que sea mayor que yo porque ahora ya es mayor que yo y no importa.

Y la voy a cuidar. Y nunca la voy a lastimar. Y me va abrazar todos los días. Y seremos felices para siempre.

Translated by Diego Olavarría S. This translation was made possible by The British Council and The British Council Mexico who translated this piece as part of my trip to Mexico in 2015.

 

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‘My Aunt Maggie’ was orientally published in The Stinging Fly Issue 28 Summer 2014.

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